1. El Llamado a Servir
La Biblia no hace distinción entre convertidos y servidores, al
contrario asume que quien haya dicho “sí” al llamado de Dios, entra
automáticamente a su servicio. En cuanto a esto, la Palabra de Dios nos
dice: “Todo esto es la obra de Dios, quien por medio de Cristo nos
reconcilió consigo mismo y nos dio el encargo de anunciar la
reconciliación” (2 Cor. 5:18).
Es el Señor quien llama primero. “Mira, yo estoy llamando a la
puerta; si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y
cenaremos juntos” (Ap. 3:20). ¡Que importante es saber esto!, pues en
nuestros momentos de dificultades, no nos desanimamos sabiendo que “El
que nos llama es fiel y cumplirá todo esto”.
Tengamos en cuenta que su llamado originalmente se remonta a nuestro nacimiento. Nos dice el apóstol Pablo: “Pero Dios, que me escogió antes de nacer y por su gran bondad me llamó, tuvo a bien hacerme conocer a su Hijo, para que anunciara su evangelio entre los no judíos”.
Tengamos en cuenta que su llamado originalmente se remonta a nuestro nacimiento. Nos dice el apóstol Pablo: “Pero Dios, que me escogió antes de nacer y por su gran bondad me llamó, tuvo a bien hacerme conocer a su Hijo, para que anunciara su evangelio entre los no judíos”.
La palabra “servir” tiene tres significados mayores:
ADORAR OBEDECER TRABAJAR(obras)
orar guardar los mandamientos interceder
alabar guardar la santidad usar sus dones
cantar dejarnos guiar por el Espíritu Santo
meditar someternos a las autoridades
congregarse
De estas tres áreas la mas difícil de cumplir es la obediencia.
Sigamos el ejemplo de Jesús, que por su humillación Dios le dio el más
alto honor y el más excelente de todos los nombres.
¿Cómo responder a su llamado?
El te llama así como tú eres. Jesús no les dio a los apóstoles un
entrenamiento especial para empezar a servir. Sólo dijo: “Síganme, y yo
haré que ustedes sean pescadores de hombres”. En otras palabras, los
entrenó por el camino.
Ya Dios ha hecho su parte: te llamó a salvación, dándote una nueva
vida en Cristo Jesús; te hizo parte de su pueblo, y ahora eres verdadero
hijo(a) de Dios; te ungió con su Espíritu, y te hizo un testigo del
poder de Dios; y te ha equipado dándote las herramientas (sus dones)
para la construcción del Reino.
Ahora nos toca a nosotros honrar ese llamado: manteniéndonos fieles;
amándole, por que El nos amó primero; cumpliendo responsablemente con el
trabajo que nos ha confiado; y asumir responsabilidad personal por
nuestra propia formación, sin tener que estar dependiendo “siempre” de
lo que me puedan enseñar los demás.
Cuando creas que ya has hecho mucho por el Señor acuérdate de estas
palabras: “Por mas que haga para El, siempre estaré en deuda con El”.
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