jueves, 28 de febrero de 2013

HISTÓRICA ÚLTIMA AUDIENCIA DE BENEDICTO XVI



 
La Última Audiencia de Benedicto XVI
Venerados hermanos en el episcopado y en el presbiterado, distinguidas autoridades, queridos hermanos y hermanas:
Os doy las gracias por haber acudido en tan gran número a esta mi última Audiencia general.
¡Gracias de corazón! ¡Estoy realmente emocionado! ¡Y veo a la iglesia viva! Y pienso que tenemos también que dar gracias al Creador por el buen tiempo que nos da ahora, pese a ser aún invierno.
Al igual que el apóstol Pablo en el texto bíblico que hemos escuchado, yo también siento en mi corazón el deber, por encima de todo, de dar gracias a Dios, que guía y hace crecer a su Iglesia, que siembra su Palabra y de esta forma alimenta la fe entre su pueblo. En este instante, mi ánimo se dilata y abraza a toda la Iglesia diseminada por el mundo; y doy gracias a Dios por las «noticias» que durante estos años de ministerio petrino he podido recibir acerca de la fe en el Señor Jesucristo, de la caridad que circula realmente por el cuerpo de la Iglesia y la hace vivir en el amor, y de la esperanza que nos abre y nos orienta hacia la vida en plenitud, hacia la patria celestial.
Siento que llevo a todos en mi oración, en un presente que es el de Dios, y en el que recojo cada encuentro, cada viaje, cada visita pastoral. Todo y a todos recojo en la oración para encomendarlos al Señor, para que consigamos un conocimiento perfecto de su voluntad con toda sabiduría e inteligencia espiritual y para que nuestra conducta sea digna del Señor y de su amor y fructifique en toda obra buena (cf. Col 1, 9-10).
En este momento hay en mí una gran confianza, porque sé y sabemos todos que la palabra de verdad del Evangelio es la fuerza de la Iglesia, es su vida. El Evangelio purifica y renueva, fructifica en todo lugar en el que la comunidad de los creyentes lo escucha y acoge la gracia de Dios en la verdad y en la caridad. Esta es mi confianza, esta es mi alegría.
Cuando, el 19 de abril de hace casi ocho años, acepté asumir el ministerio petrino, tuve la firme certeza que siempre me ha acompañado: la certeza de la vida de la Iglesia que procede de la Palabra de Dios. Como ya he contado en más de una ocasión, las palabras que en aquel instante resonaron en mi corazón fueron: «Señor, ¿por qué me pides esto, y qué es lo que me pides? Es un gran peso el que colocas sobre mis hombros, pero si tú me lo pides, por tu palabra, echaré las redes, seguro de que tú me guiarás, a pesar de todas mis debilidades». Y ocho años después puedo decir que el Señor me ha guiado, que ha estado a mi lado y que he podido percibir diariamente su presencia. Ha sido un tramo del camino de la Iglesia que ha tenido momentos de alegría y de luz, pero también momentos no fáciles; me he sentido como San Pedro con los Apóstoles en la barca en el lago de Galilea: el Señor nos ha dado muchos días de sol y de brisa ligera, días en los que la pesca ha sido abundante; pero también ha habido momentos en los que las aguas estaban agitadas, el viento era contrario —como a lo largo de toda la historia de la Iglesia— y el Señor parecía dormir. Pero siempre he sabido que en esa barca está el Señor, y siempre he sabido que la barca de la Iglesia no es mía, no es nuestra, sino suya. Y el Señor no permite que se hunda: es él quien la conduce, ciertamente también por medio de los hombres que ha escogido, porque así lo ha querido. Esta ha sido y es una certeza que nada puede empañar. Y por eso hoy mi corazón rebosa de gratitud a Dios porque nunca ha dejado que falten ni a toda la Iglesia ni a mí su consuelo, su luz y su amor.
Nos encontramos en el Año de la Fe, que he querido celebrar para reforzar precisamente nuestra fe en Dios en un contexto que parece relegarlo cada vez más a un segundo plano. Quisiera invitar a todos a renovar nuestra confianza firme en el Señor, a encomendarnos como niños a los brazos de Dios, seguros de que esos brazos nos sostienen siempre y son los que nos permiten caminar cada día, a pesar del cansancio. Quisiera que cada uno se sintiera amado por ese Dios que entregó a su Hijo por nosotros y que nos mostró su amor ilimitado. Quisiera que cada uno sintiera la alegría de ser cristiano. En una bonita oración que se reza cada mañana se dice: «Te adoro, Dios mío, y te amo de todo corazón. Te doy gracias de haberme creado, hecho cristiano…». Sí: estamos contentos por el don de la fe; ¡es el don más precioso, que nadie puede arrebatarnos! Demos gracias por ello al Señor cada día, con la oración y con una vida cristiana coherente. ¡Dios nos ama, pero espera que también nosotros lo amemos!
Pero no es solo a Dios a quien quiero dar las gracias en este momento. Un papa no está solo al timón de la barca de Pedro, aunque es su primer responsable. Nunca me he sentido solo al llevar la alegría y el peso del ministerio petrino: el Señor ha puesto a mi lado a muchas personas que, con generosidad y amor a Dios y a la Iglesia, me han ayudado y han estado cerca de mí. Ante todo, vosotros, queridos hermanos cardenales: vuestra sabiduría, vuestros consejos, vuestra amistad, han sido preciosos para mí; mis colaboradores, empezando por mi Secretario de Estado, que me ha acompañado con fidelidad durante estos años; la Secretaría de Estado y toda la Curia Romana, así como cuantos, en sus diferentes sectores, prestan su servicio a la Santa Sede. Se trata de muchos rostros que no salen a la luz, que permanecen en la sombra, pero que precisamente en el silencio, con su dedicación diaria, con su espíritu de fe y humildad, han sido para mí un apoyo seguro y fiable. ¡Un saludo especial a la Iglesia de Roma, a mi diócesis! No puedo olvidar a mis hermanos en el episcopado y en el presbiterado, a las personas consagradas y a todo el Pueblo de Dios: en las visitas pastorales, en los encuentros, en las audiencias, en los viajes, siempre he percibido gran atención y profundo afecto; pero yo también he querido a todos y a cada uno, sin distinciones, con esa caridad pastoral que es el corazón de todo pastor, sobre todo del Obispo de Roma, del Sucesor del apóstol Pedro. Cada día he llevado a cada uno de vosotros en mi oración, con corazón de padre.
Después, quisiera que mi saludo y mi agradecimiento alcanzaran a todos: el corazón de un papa abarca el mundo entero. Y quisiera expresar mi gratitud al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, que representa a la gran familia de las naciones. Pienso también en cuantos trabajan con vistas a una buena comunicación, y les doy las gracias por su importante servicio.
Quisiera ahora dar las gracias de todo corazón también a todas las numerosas personas del mundo entero que durante estas últimas semanas me han enviado señales conmovedoras de atención, de amistad y de oración. Sí: el Papa nunca está solo; ahora lo experimento de nuevo, de una manera tan poderosa, que me llega al corazón. El Papa pertenece a todos, y muchísimas personas se sienten muy cercanas a él. Es verdad que recibo cartas de los grandes del mundo: de jefes de Estado, de líderes religiosos, de representantes del mundo de la cultura, etcétera; pero recibo también muchísimas cartas de personas sencillas que me escriben simplemente, de corazón, y me transmiten su afecto, que nace de su unión con Cristo Jesús, en la Iglesia. Estas personas no me escriben como se escribe, por ejemplo, a un príncipe o a un grande al que no se conoce; me escriben como hermanos y hermanas o como hijos e hijas, con el sentido propio de un vínculo familiar muy afectuoso. Aquí se puede palpar lo que es la Iglesia: no una organización, una asociación con fines religiosos o humanitarios, sino un cuerpo vivo, una comunión de hermanos y hermanas en el Cuerpo de Jesucristo, que a todos nos une. Experimentar la Iglesia de esta manera y poder casi palpar la fuerza de su verdad y de su amor es motivo de alegría en un tiempo en el que tantos hablan de su declive. ¡Bien se ve, en cambio, hasta qué punto la Iglesia está viva hoy!
Durante estos últimos meses he notado que mis fuerzas habían disminuido, y le he pedido a Dios con insistencia, en la oración, que me iluminara con su luz para que pudiera tomar la decisión más correcta no por mi bien, sino por el bien de la Iglesia. He dado este paso plenamente consciente de su gravedad y también de su novedad, pero con profunda serenidad de ánimo. Amar a la Iglesia significa también tomar decisiones difíciles, trabajosas, teniendo siempre presente el bien de la Iglesia, y no a uno mismo.
Permitidme aquí que vuelva una vez más al 19 de abril de 2005. La gravedad de mi decisión ha consistido también en el hecho que desde aquel momento me encontraba comprometido siempre y para siempre por el Señor. Siempre: quien asume el ministerio petrino no tiene ya ninguna privacidad; pertenece siempre y totalmente a todos, a toda la Iglesia. A su vida se le quita totalmente, por así decirlo, su dimensión privada. He podido experimentar –y lo experimento precisamente ahora– que uno recibe la vida justo cuando la da. Antes he dicho que muchas personas que aman al Señor aman también al Sucesor de San Pedro y le están muy afeccionadas; que el Papa tiene realmente hermanos y hermanas, hijos e hijas en todo el mundo, y que se siente seguro en el abrazo de vuestra comunión, porque no se pertenece ya a sí mismo, sino que pertenece a todos, y todos pertenecen a él.
El «siempre» es también un «para siempre»: no hay ya vuelta a lo privado. Mi decisión de renunciar al ejercicio activo del ministerio no revoca eso. No vuelvo a la vida privada, a una vida de viajes, encuentros, recepciones, conferencias, etcétera. No abandono la cruz, sino que permanezco de manera nueva cerca del Señor crucificado. No ejerzo ya la potestad del cargo para el gobierno de la Iglesia, pero en el servicio de la oración permanezco —valga la expresión— dentro del recinto de San Pedro. San Benito, cuyo nombre llevo como papa, me servirá de gran ejemplo en esto. Él nos mostró el camino de una vida que, ya sea activa o pasiva, pertenece totalmente a la obra de Dios.
Doy las gracias a todos y a cada uno también por el respeto y la comprensión con que habéis acogido tan importante decisión. Yo seguiré acompañando el camino de la Iglesia con la oración y la reflexión, con la misma dedicación al Señor y a su Esposa que he intentado vivir hasta ahora cada día y que quisiera vivir siempre. Os ruego que me recordéis ante el Señor y, sobre todo, que recéis por los cardenales, llamados a un cometido de tanta importancia, y por el nuevo Sucesor del apóstol Pedro: que el Señor lo acompañe con la luz y la fuerza de su Espíritu.
Invoquemos la intercesión maternal de la Virgen María, Madre de Dios y de la Iglesia, para que acompañe a cada uno de nosotros y a toda la comunidad eclesial; a ella nos encomendamos con profunda confianza.
Queridos amigos: Dios guía a su Iglesia y la sostiene siempre, también y sobre todo en los momentos difíciles. No perdamos nunca esta visión de fe, que es la única visión auténtica del camino de la Iglesia y del mundo. Que en nuestro corazón, en el corazón de cada uno de vosotros, haya siempre la gozosa certeza de que el Señor está a nuestro lado, no nos abandona, está cercano y nos envuelve con su amor.
¡Gracias!
(Original italiano procedente del archivo informático de la Santa Sede; traducción de ECCLESIA)
Maritza Castro P.

RETIRO PARA MÚSICOS DE LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA




Interesante invitación para los ministerios de música, y para aquellos hermanos que quieran servir al Señor a través del canto y de la música. Se realizará este retiro los días 12, 13 y 14 de abril, en la Casa de Retiros de Padre Hurtado. Tiene un valor de $35.000 .- lo que incluye alojamiento y comidas.
Marco Lopez, y Sandra Salas, destacados músicos chlenos de nivel internacional, serán los servidores que dictarán este retiro.
Vale la pena....Consulta a tus dirigentes diocesanos, o a los correos que aparecen es el afiche
alejandro.palma@terra.cl

Bendiciones hermanos.
(Colaboración de Maritza Castro P.)




lunes, 25 de febrero de 2013

GRACIAS, SANTO PADRE.......GRACIAS POR TODO!!!!




¡Qué hermosa época donde nuestro cuerpo reduce sus fuerzas, pero el espíritu se prepara para volar alto, tiempo de contemplación, donde nuestra alma se prepara con mayor fuerza para lograr mayor pureza, porque los puros de corazón verán a Dios, época de gran merito por la ofrenda a Dios del propio sufrimiento para el beneficio de las almas¡.



¡GRACIAS, SANTO PADRE¡

Por sus palabras, siempre  certeras, profundas y realistas.

Porque en su ancianidad ha sabido regir durante este tiempo

a la nave de la Iglesia, en medio de vendavales y tormentas.

¡GRACIAS, SANTO PADRE¡

Por su percepción de la realidad y por su gran corazón para asumir dagas, injuriosas y envenenadas de este hipócrita occidente.

Por no haberse doblegado, y desde la sencillez y humildad, haber         propuesto con convencimiento la verdad de Jesucristo y su reinado dentro de nuestra Iglesia.

¡GRACIAS, SANTO PADRE¡

Por su inteligencia lúcida, despierta y abierta.

Por su cercanía, afabilidad y nobleza.

Por haber intentado que la Iglesia fuera más santa, transparente,

evangélica y llena de Dios.

¡GRACIAS, SANTO PADRE¡

Por su magisterio que se ha dado generosamente y,

sin rendirse a la evidencia tortuosa y caprichosa de este mundo.

Por su gusto y por su delicadeza en la liturgia, por su entrega

 y por tantas muestras de que el Señor habita dentro de Ud.

Por su devoción en la Eucaristía, por querer más unir que romper,

por pretender que la Iglesia sea más consciente

y conocedora de Aquel que predica y lleva en vasija de barro.

¡GRACIAS, SANTO PADRE¡

Por su mano que ha impartido bendiciones a millares

Por su cayado que nos ha invitado a seguir a Cristo y sin condiciones.

Por su lento caminar, con el cual nos sugería,

que la fe se propone y nunca se impone.

Por su mirada risueña y perdida en el horizonte divino,

que nos animaba a mirar hacia lo más profundo del mar o a lo más alto del cielo.

¡GRACIAS, SANTO PADRE¡

Por este gesto que le honra … de decirnos que sus fuerzas

son menores que la capacidad para llevar el timón de la barca de Pedro.  No lo deseábamos, pero lo comprendemos.

Ahora, a nosotros nos toca rezar.

Que Dios le recompense su inmensa labor, y que nos perdone

a nosotros si en algún momento fuimos con Ud. más lobos que corderos.
¡      GRACIAS POR TODO, SANTO PADRE¡

Maritza Castro P.

Mensaje del Papa en su último Angelus

EL SEÑOR ME LLAMA A SUBIR AL MONTE (ANGELUS 25-02-2013)




De la alocución del Santo Padre Benedicto XVI con motivo de su último Angelus en la Plaza de San Pedro, este Domingo 24-02-213, extractamos lo sgte.:




“Meditando este pasaje del Evangelio, podemos aprender una enseñanza muy importante. Ante todo, la primacía de la oración, sin la cual todo el empeño del apostolado y de la caridad se reduce a activismo. En la Cuaresma aprendemos a dar el justo tiempo a la oración, personal y comunitaria, que da trascendencia a nuestra vida espiritual. Además, la oración no es aislarse del mundo y de sus contradicciones, como en el Tabor habría querido hacer Pedro, sino que la oración reconduce al camino, a la acción. “La existencia cristiana – he escrito en el Mensaje para esta Cuaresma – consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios para después volver a bajar, trayendo el amor y la fuerza que derivan de éste, a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios ” (n. 3).

La Transfiguración
La Transfiguración me interpela:
Queridos hermanos y hermanas, esta Palabra de Dios la siento de modo particular dirigida a mí, en este momento de mi vida. El Señor me llama a “subir al monte”, a dedicarme aún más a la oración y a la meditación. Pero esto no significa abandonar a la Iglesia, es más, si Dios me pide esto es precisamente para que yo pueda seguir sirviéndola con la misma entrega y el mismo amor con que lo he hecho hasta ahora, pero de modo más apto a mi edad y a mis fuerzas. Invoquemos la intercesión de la Virgen María, que ella nos ayude a todos a seguir siempre al Señor Jesús, en la oración y en la caridad activa”.



Maritza Castro P.

miércoles, 20 de febrero de 2013

LA CONVERSIÓN QUE EL SEÑOR NOS PIDE ES LA DEL CORAZÓN A TRAVÉS DE SU PALABRA


“Llegó la noticia al rey de Nínive, que se levantó del trono, se quitó el manto, se vistió de sayal, se sentó sobre ceniza y en nombre suyo y de sus ministros, mandó proclamar en Nínive el siguiente decreto: "Que hombres y animales, vacas y ovejas, no prueben bocado, que no pasten ni beban; que todos se vistan de sayal e invoquen con fervor a Dios y que cada uno se arrepienta de su mala vida y deje de cometer injusticias. Quizá Dios se arrepienta y nos perdone, aplaque el incendio de su ira y así no moriremos".(Jonás 3, 6-9)



Con este pasaje la escritura nos muestra, a través de la actitud del Rey de Nínive, lo que significa e implica el convertirse de corazón. Al leer el pasaje vemos cómo lo primero que hace el rey es, "levantarse de su trono y sentarse sobre cenizas". Con este signo reconoce que él no es Dios, y que su vida (y en este caso, incluso su reino) debe ser dirigida por el único Rey: Dios mismo.

Esta actitud del rey debe servirnos de ejemplo y dejar que Dios se siente en el trono de nuestro corazón. Esto implica reconocer que SU PALABRA es la única que debe regir nuestra vida, lo cual no podrá ser realidad si no tenemos contacto con la Sagrada Escritura. Esto nos lleva a que un principio de conversión es tomar primero la decisión de seguir la palabra de Dios, y tenerla como el valor central de nuestra vida, y enseguida tomar la decisión de leer y meditar TODOS los días esta Palabra, con el ánimo de obedecerla y hacerla vida. ¿Qué te parecería intentarlo?

Maritza Castro P.

martes, 19 de febrero de 2013

LA ORACIÓN DE FE SANARÁ AL ENFERMO. MISA DE SANACIÓN EN MARZO

La presencia del Espíritu Santo, la Fe y el Amor, hace que las estructuras de pecado y enfermedad sean removidas del cuerpo, del alma y del espíritu de los que creen en el Señor.


Jesús presente en la Comunión no puede dejar de mirar con Misericordia el dolor de los que sufren .

Estimados hermanos y hermanas:
Se acerca ya la misa de la Renovación Carismática, correspondiente al mes de Marzo.
Como siempre, la viviremos en la Parroquia San Francisco, a las 15,30 horas.
Música ungida, oración, alabanza, testimonios,   Presencia del Señor.
Te invitamos a vivir esta experiencia renovadora y fortificante de la fe.  

Santiago, Cap. 5: 

13 ¿Sufre alguien entre ustedes? Que haga oración. ¿Está alguien alegre? Que cante alabanzas. 14 ¿Está alguien entre ustedes enfermo? Que llame a los ancianos de la iglesia y que ellos oren por él, ungiéndolo con aceite en el nombre del Señor. 15 La oración de fe restaurará (sanará) al enfermo, y el Señor lo levantará. Si ha cometido pecados le serán perdonados. 16 Por tanto, confiésense sus pecados unos a otros, y oren unos por otros para que sean sanados. La oración (súplica) eficaz del justo puede lograr mucho. 17 Elías era un hombre de pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviera, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. 18 Oró de nuevo, y el cielo dio lluvia y la tierra produjo su fruto. 19 Hermanos míos, si alguien de entre ustedes se extravía de la verdad y alguien le hace volver, 20 sepa que el que hace volver a un pecador del error de su camino salvará su alma de muerte, y cubrirá multitud de pecados.

domingo, 17 de febrero de 2013

LA ORACION DE ALABANZA en la Renovación Carismática

Una de tantas jornadas de Alabanza, en la RCC de Los Angeles
Oración de alabanza

¡Mas tú eres el Santo, que moras en las alabanzas de Israel! (Salmo 22,4).

La oración de alabanza es una oración excelsa. Es, por sí misma, la oración más sanadora que existe. Diríamos que es la más simplemente sanadora.
La oración de alabanza es una oración de olvido. Y el olvido cura. Porque una persona llegada, atenaceada por sus preocupaciones e ideas fijas, angustiada, tiene el primer descanso, la primera sensación de que no está irremediablemente mal, perdida, al poder realizar la eficaz experiencia de olvidarse de sí por un momento. Y la alabanza nos lleva al olvido.
La alabanza, hecha con tenacidad, con la atención puesta íntegramente en Dios, nos obliga a tirar por la borda todas nuestras atenciones, nuestros intereses, nuestras preocupaciones.
Muchas veces nos pasa que tenemos una gran pena, un gran dolor. Y empezamos a alabar al Señor. Pese a todo. Si procedemos con insistencia, llegará un momento en que nos quebraremos por dentro, nos partiremos en dos tal vez, pero nos someteremos al Señor. El Cielo es de los violentos.
Entregaremos al Señor nuestra preocupación; nos abandonaremos a Él. Quedaremos indefensos ante Él; en el olvido de todas nuestras cosas. Y el Señor nos protegerá. La alabanza nos protegerá por sí misma.
A mí, sin ir a otro, muchas veces me ha prestado este servicio la oración de alabanza, en alto grado. He llegado al grupo de oración muy dolorido. Pero en lugar de arrinconarme a pensar qué debía hacer con ese dolor, aún sin perder tiempo en tratar de ver cómo lo iba a disolver o entregar a Dios, rápidamente he levantado los brazos al cielo, he levantado la voz quebrada. Y el Señor ha venido en mi amparo.
No hay problema que pueda contender con la alabanza. Sólo que a veces no alabamos con desprendimiento, con olvido, porque estamos demasiado pendientes de nosotros mismos.

Esta oración habitual rompe el egocentrismo.

Hasta la oración imprecatoria puede no ser suficiente para romper el egocentrismo. Porque siempre gira alrededor de nosotros mismos. Somos, a pesar de todo, el centro.
La oración de alabanza, por el contrario, gira alrededor de Dios. Él es el centro, no nosotros. Él es el sol. Apenas si nosotros somos un ignoto satélite, un asteroide, alrededor del sol.
Por eso, para percibirla bien, es necesario que la oración de alabanza no sea ocasional, sino habitual.
Se hará en nosotros como una segunda naturaleza. Y así nos iremos, insensiblemente, sin complicados esfuerzos, desprendiendo del egocentrismo, causante de tantas y tantas enfermedades interiores.
No hay cosa más cansadora, más agotadora, más aburridora, que estar pendientes de nosotros mismos. Nuestra alma queda anémica, enferma, de ello. Pues bien, es la oración de alabanza un método eficacísimo de sanación contra estos males del egocentrismo.
Además, si giramos alrededor del sol, no seremos insensibles a la energía, al poder del sol. El sol nos hace cálidos y luminosos como él.
Cuando tenemos un amigo que es una personalidad grande, nos gusta estar con él, porque vemos que poco a poco nosotros nos estamos haciendo grandes como él, estamos compartiendo su grandeza.

La amistad, el amor, la unidad, hacen semejantes a las personas.

Pues bien: poniéndonos frente a la inmensidad de Dios, Dios nos va haciendo inmensos como Él. Luego ya no nos conformamos con pequeñeces, con mediocridades, con miserias. Aspiramos a lo grande, queremos lo grande, somos un poco grandes.
Así se disuelven también nimiedades propias que gestan enfermedades: pequeños celos, pequeñas envidias, pequeñas ambiciones, pequeñas vanidades.
La oración de alabanza nos pone adentro de la divinidad, nos entra en Ella. Nos coloca al calor del sol de Dios.
Se dice que donde entra el sol no entra el médico. Pues bien: donde entra el Sol, donde entra Dios, por la ventana y la puerta abiertas de la alabanza, tampoco entran enfermedades del alma.

Alabemos a Dios por todo.

Lleguemos a alabarlo por eso que duele, también. Cuqui, mi mujer, emplea con toda audacia este método con innumerables personas atribuladas que acuden buscando ayuda. No solamente admiro su audacia. Admiro los resultados.
Adaptado de: Jesús Sana por Dentro.
Por: Osvaldo Cuadro Moreno.
1 1(De: Renovación carismática de Cuba)

viernes, 15 de febrero de 2013

¿CUÁL ES EL VERDADERO SENTIDO DEL AYUNO?

“El ayuno que yo quiero de ti es éste, dice el Señor:
Que rompas las cadenas injustas
y levantes los yugos opresores;
que liberes a los oprimidos
y rompas todos los yugos;
que compartas tu pan con el hambriento
y abras tu casa al pobre sin techo;
que vistas al desnudo
y no des la espalda a tu propio hermano”.

(Is. 58,6-7)



¿Cuál es el sentido del ayuno? 
Esencialmente: hacerle espacio a Dios en nuestra vida y en nuestro corazón. Por eso, mientras el novio (Jesús) estaba con ellos, no había necesidad de hacerle espacio; cuando Él no está más, es necesario hacerle espacio, para que las cosas de este mundo no terminen llenando el corazón. Dios quiere que el corazón del hombre sea sólo para Él, pero para ello es necesario vaciarlo de todo lo que se va llenando y que le quita espacio a Dios.
En esta Cuaresma, busquemos ayunar de las cosas que le quitan espacio a Dios en nuestra vida para que, al llegar a la Pascua, estemos totalmente llenos de Dios. Piensa qué cosas necesitarías eliminar, agregar o potenciar para que tu relación con Dios y con tu familia crezca en esta Cuaresma, esa será una buena penitencia, será la penitencia que Dios quiere de ti.




Maritza Castro P.

miércoles, 13 de febrero de 2013

HA COMENZADO LA CUARESMA EN LA IGLESIA Y EN EL CORAZÓN DE LOS CRISTIANOS

Ha comenzado la Cuaresma. Foto de le celebración de la imposición de las cenizas en la Parroquia Santa María.

La imposición de las cenizas nos recuerda que nuestra vida en la tierra es pasajera y que nuestra vida definitiva se encuentra en el Cielo.

La Cuaresma comienza con el Miércoles de Ceniza y es un tiempo de oración, penitencia y ayuno. Cuarenta días que la Iglesia marca para la conversión del corazón.

Las palabras que se usan para la imposición de cenizas, son:
  • “Concédenos, Señor, el perdón y haznos pasar del pecado a la gracia y de la muerte a la vida”

  • “Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás"

  • “Arrepiéntete y cree en el Evangelio”.
  •  

  • Padre Darío Dittus y Diácono Hernán Sepúlveda, de la Parroquia Santa María de Los Angeles, viven el ritual solemne de la imposición de las cenizas.

    Es un tiempo de Gracia en el cual todos estamos llamados a volver los ojos al Señor, en un gesto de arrepentimiento, de retiro, de enitencia, de oración y conversión.

    (Fotos , gentileza del Hermano Iván Arias, de la RCC de la Parroquia Santa María)


    lunes, 11 de febrero de 2013

    LA BARCA DE PEDRO ES PESADA SI NO AYUDAMOS A REMAR....

      

    Reflexiones a propósito de la renuncia del Santo Padre Benedicto XXIII

    Queridos Hermanos:

    Esta noticia es un llamado a preguntarnos si realmente estábamos orando por nuestro Santo Padre, si nos interesábamos por conocer sus intenciones, si estábamos atentos a sus enseñanzas y homilías.  Les invito a que generemos instancias de adoración profunda para que el Señor sepa entender esta decisión de nuestro Santo Padre y  nos tenga misericordia para perdonar nuestras faltas y enviarnos un nuevo sucesor de Pedro.



    Bendiciones.


    Maritza Castro P.

    SORPRESIVA RENUNCIA DEL PAPA ANTE EL CONSISTORIO Y LLAMADO A UN CONCLAVE.


     Carta de renuncia del Papa Benedicto XVI

     Estas son las palabras pronunciadas por el papa en las que renuncia ante el consistorio:
    "Queridísimos hermanos,
    Os he convocado a este Consistorio, no sólo para las tres causas de canonización, sino también para comunicaros una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia.
    Ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino. Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando.
    Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de San Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado. Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice.

    viernes, 8 de febrero de 2013

    PERSEVERAR EN LOS CAMINOS DEL SEÑOR

    Seguir a Jesús es una fascinante aventura de fe. INTEGRATE A UN GRUPO DE ORACIÒN CARISMÀTICO, y vive los Sacramentos de la Iglesia.

    jueves, 7 de febrero de 2013

    Miércoles 13 de febrero: "De Cenizas"



    Miércoles de Ceniza

    Con la imposición de las cenizas, se inicia una estación espiritual particularmente relevante para todo cristiano que quiera prepararse dignamente para la vivir el Misterio Pascual, es decir, la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor Jesús.
    Este tiempo vigoroso del Año Litúrgico se caracteriza por el mensaje bíblico que puede ser resumido en una sola palabra: "metanoeiete", es decir "Convertíos". Este imperativo es propuesto a la mente de los fieles mediante el rito austero de la imposición de ceniza, el cual, con las palabras "Convertíos y creed en el Evangelio" y con la expresión "Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás", invita a todos a reflexionar acerca del deber de la conversión, recordando la inexorable caducidad y efímera fragilidad de la vida humana, sujeta a la muerte.
    La sugestiva ceremonia de la ceniza eleva nuestras mentes a la realidad eterna que no pasa jamás, a Dios; principio y fin, alfa y omega de nuestra existencia. La conversión no es, en efecto, sino un volver a Dios, valorando las realidades terrenales bajo la luz indefectible de su verdad. Una valoración que implica una conciencia cada vez más diáfana del hecho de que estamos de paso en este fatigoso itinerario sobre la tierra, y que nos impulsa y estimula a trabajar hasta el final, a fin de que el Reino de Dios se instaure dentro de nosotros y triunfe su justicia.
    Sinónimo de "conversión" es así mismo la palabra "penitencia"... Penitencia como cambio de mentalidad. Penitencia como expresión de libre y positivo esfuerzo en el seguimiento de Cristo.
    (Fuente: aciprensa.com)