RECIBE LOS SACRAMENTOS TAN FRECUENTEMENTE COMO TE SEA POSIBLE PARA
LOGRAR LA SANACIÓN.
Nuestro Señor Jesús dio su vida por los hombres de todas las épocas.
Para continuar con su trabajo de redención y de santificación a través de los
tiempos, dio a la Iglesia
los siete sacramentos con el fin de moldeamos, llenarnos, usarnos y
fundirnos. Básicamente, gracias a los sacramentos, el hombre se sana.
El teólogo Donald Gelpi S.J., escribió lo siguiente en su libro La
piedad pentecostal: “Pero los católicos no pueden redescubrir el propósito de
estos sacramentos de manera significativa a menos que estén plenamente
convencidos de que estos poseen un don efectivo de sanación. Esto,
simplemente, significa que no podemos desechar o desdeñar más la sanación por
la fe practicada por muchos de nuestros hermanos no católicos”.
Por el contrario, debemos entender su verdadero significado y lugar
en la vida de cada comunidad cristiana. Debemos también contemplar el
ministerio sacramental de la sanación como una parte integrante de las
vocaciones sacerdotales. Y debemos llegar a un entendimiento teológico sólido
de la relación entre un ministerio sacramental y un ministerio carismático
de la sanación.
Como católicos, el centro de nuestra vida espiritual es la misa, la Eucaristía. Durante
la celebración de la misa encontramos oraciones maravillosas para curar la
mente, el cuerpo y el espíritu. En la plegaria del Padre Nuestro encontramos
una súplica: “Líbranos de todo mal”. Ya que el hombre es un todo
-cuerpo, mente y espíritu- no susceptible de separación, entiendo que
ésta es una solicitud de protección contra el mal físico, psicológico y
espiritual.
En la oración que el sacerdote dice a la congregación: “La paz del
Señor esté siempre con vosotros”, Cristo está presente en su gente. Esto
significa repetidamente la paz total del hombre: cuerpo, mente y espíritu. Si
alguien tiene un dolor intenso durante la Eucaristía, es
difícil entender cómo puede estar en paz y permanecer dispuesto a recibir lo
que Jesús le está ofreciendo. La paz es armonía de mente, cuerpo y espíritu
que se traduce en tranquilidad. Ciertamente, las personas que se aproximaron
a Jesús para ser curados sintieron esta paz dentro de ellas, y las
experiencias de los que hoy se encuentran en el ministerio de la sanación
tienden a estar de acuerdo con que la sanación le brinda al hombre una
sensación de paz no conocida anteriormente. Por consiguiente, la misa es la
oportunidad perfecta y natural de acercarse al Señor si se está sufriendo de
falta de arreglo interior y se busca la paz del Señor.
La segunda oración antes de la comunión: “Señor Jesucristo, con fe en
tu amor y en tu misericordia, como de tu cuerpo y bebo de tu sangre, no me
condenes sino dame salud en mente y cuerpo”, es una referencia directa a la
sanación sin requisitos. Los sacerdotes harían bien en llamar la atención de
los fieles. Ciertamente se ayudaría a muchas más personas si llegaran a la Eucaristía con la
gran convicción de fe que el Señor Jesucristo las sanará. Si no decimos estas
oraciones con un gran convencimiento, perdemos mucho del poder de sanación
que nos brinda la misa.
Todos hemos repetido esta oración antes de la sagrada comunión:
“Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará
para sanarme”. Pero ¿cuántos han reflexionado realmente sobre esta súplica?
Esta es una magnífica oportunidad de mostrar al Señor nuestra necesidad de
sanación y de esperar que, así como El se entregó por nosotros, nos dé un don
menor, como es la sanación total del hombre.
El Reino de Dios está sobre nosotros y en la misa nos damos cuenta de
su presencia en forma muy profunda. Este es el momento para los frutos del
Reino, uno de ellos es la integridad, la cual debe ser hecha y recibida por
el creyente.
Hemos recibido los sacramentos como ayuda para lograr la sanación,
Dios tocando al hombre, el hombre tocando a Dios. “Extiende la mano y toca a
Dios cuando El pasa”, como dice la canción. Esto es lo que ocurre en los
sacramentos: Jesús desciende y nos toca. Recíbelos con la confianza de
recibir la sanación.
(Padre Roberto de Grandis)
No hay comentarios:
Publicar un comentario