miércoles, 20 de febrero de 2013

LA CONVERSIÓN QUE EL SEÑOR NOS PIDE ES LA DEL CORAZÓN A TRAVÉS DE SU PALABRA


“Llegó la noticia al rey de Nínive, que se levantó del trono, se quitó el manto, se vistió de sayal, se sentó sobre ceniza y en nombre suyo y de sus ministros, mandó proclamar en Nínive el siguiente decreto: "Que hombres y animales, vacas y ovejas, no prueben bocado, que no pasten ni beban; que todos se vistan de sayal e invoquen con fervor a Dios y que cada uno se arrepienta de su mala vida y deje de cometer injusticias. Quizá Dios se arrepienta y nos perdone, aplaque el incendio de su ira y así no moriremos".(Jonás 3, 6-9)



Con este pasaje la escritura nos muestra, a través de la actitud del Rey de Nínive, lo que significa e implica el convertirse de corazón. Al leer el pasaje vemos cómo lo primero que hace el rey es, "levantarse de su trono y sentarse sobre cenizas". Con este signo reconoce que él no es Dios, y que su vida (y en este caso, incluso su reino) debe ser dirigida por el único Rey: Dios mismo.

Esta actitud del rey debe servirnos de ejemplo y dejar que Dios se siente en el trono de nuestro corazón. Esto implica reconocer que SU PALABRA es la única que debe regir nuestra vida, lo cual no podrá ser realidad si no tenemos contacto con la Sagrada Escritura. Esto nos lleva a que un principio de conversión es tomar primero la decisión de seguir la palabra de Dios, y tenerla como el valor central de nuestra vida, y enseguida tomar la decisión de leer y meditar TODOS los días esta Palabra, con el ánimo de obedecerla y hacerla vida. ¿Qué te parecería intentarlo?

Maritza Castro P.

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