lunes, 19 de diciembre de 2011

CORTANDO RAICES EMOCIONALES NEGATIVAS EN NUESTRA HISTORIA PERSONAL


CORTANDO RAICES EMOCIONALES NEGATIVAS EN LA HISTORIA PERSONAL

Carlos Moreno Pezo

13Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno. (Salmo 138,13)

En muchas ocasiones no entendemos algunas conductas de nosotros mismos o de algunas personas de nuestros círculos de interacción, especialmente al interior de nuestras familias. Sin embargo, si escudriñamos en la historia familiar, veremos que muchas veces la explicación de nuestro ser la encontramos en raíces emocionales que se hunden en el tiempo hacia atrás, incluso más allá de nuestros abuelos.

¿Quién no sabe de familias enteras cuya característica es algún rasgo de personalidad que se repite de generación en generación? En mi pequeño pueblo de origen había una familia en la cual todos eran muy violentos, tanto, que les decían “los tiempo malo”. Otras familias se caracterizan por su promiscuidad, o por su tendencia a algún vicio.

La psicología ha estudiado este fenómeno, y en especial la Teoría sistémica familiar multigeneracional. Esta escuela psicológica ha descubierto que existen patrones relacionales y emocionales que tienden a repetirse dentro de un sistema familiar, a través de muchas generaciones. De esta manera, se entiende que nuestras dificultades y complejidades individuales, en cuanto a actitudes, intereses y rasgos de personalidad pueden ser comprendidos como una expresión de procesos familiares históricos. Veamos el siguiente caso ilustrativo:

Un niño decidió un día no ir más a la escuela. Los papás no encontraban cómo lidiar con ese niño tan violento, que no obedecía normas, y que parecía no respetar a nadie. Indagando en la historia de interacción familiar, se pudo constatar que ese niño era sumamente sobreprotegido y excesivamente protegido por su abuelo materno. ¿Qué había ocurrido? Que el abuelo había sido violentamente maltratado por sus padres, quienes cierta vez lo golpearon tanto, que lo dejaron inconsciente. Ese mismo abuelo prometió que cuando adulto en su familia nunca se maltrataría a nadie, y se le permitiría a cada uno hacer lo que quisiera. Esa promesa la había cumplido fielmente con sus hijos, y ahora la repetía con su nieto. Esta conducta había generado un patrón de sobrecuidado en el niño, quien estaba desbordado de sobreprotección, y en su desarrollo infantil tenía una imagen de sí mismo como el que mandaba en la casa. Este patrón patológico se comprende al mirar hacia atrás la historia multigeneracional de esa familia. Como vemos, los síntomas no siempre son respuestas a situaciones personales no resueltas en el ámbito psicológico, sino que muchas veces responden a una historia relacional multigeneracional.

Medios terapéuticos de sanación

Para sanar, nos podemos poner en manos de un psicólogo, o en las manos del Señor.

Terapia psicológica:

La intervención psicológica buscará encontrar las causas del síntoma, de la ansiedad, de la angustia o la depresión no sólo en nuestra historia, sino estudiando las pautas transgeneracionales que se repiten en nuestra familia. En la terapia se estudiarán a lo menos tres generaciones, buscando las pautas relacionales que se repiten en la familia, tratando de resolver los conflictos en el lugar de origen, en la generación en la cual se originaron. Naturalmente, no siempre podrán estar físicamente los miembros de la familia involucrados en los conflictos, ya sea por distancia geográfica, o simplemente porque han fallecido. En este caso, el terapeuta podrá trabajar mediante psicodramas, u otras técnicas de como la silla vacía, en la cual el paciente le habla a alguien ausente, acompañado de la persona del terapeuta. Así, se pretende terminar el conflicto en su lugar de origen, para que como personas individuales, podamos ser libres de ataduras emocionales.

Sanación con el Señor:

El salmo 138 es de una extraordinaria riqueza y da testimonio de que el Señor conoce toda nuestra historia, hasta miles de generaciones hacia atrás, hasta el origen de los tiempos.

Dice el salmista “Señor, tú me sondeas y me conoces;
2me conoces cuando me siento o me levanto”(S 138, 1-2).

En la Iglesia, y en la renovación carismática, podemos encontrar la sanación a través de la oración, con extraordinarios frutos de libertad para los hermanos y hermanas. El Señor nos conoce más que cualquier aventajado terapeuta, pues El nos creo, y nos conoce infinitamente. También conoce toda nuestra historia familiar, y las causa de nuestras enfermedades. Muchos testimonios podemos dar los servidores de las maravillas de sanación que cotidianamente el Señor prodiga en el Grupo de oración, en la Eucaristía, y en los retiros carismáticos.

Recuerdo vivamente un retiro en la ciudad de Concepción con la Hermana Alicia Latorre. En ese entonces yo iniciaba mi caminar en esta corriente de Gracia Carismática, y estaba muy asombrado de todo lo que veía y escuchaba. En un momento de intensa oración en lenguas, la Hermana Alicia comenzó o expresar lo que el Señor le iba mostrando, y hubo algo que me remeció profundamente cuando dijo:” El Espíritu Santo me muestra un niño perdido. Tiene mucho miedo, y siempre lo ha tenido, hasta el día de hoy. Veo un tren que pasa, y el niño tiene mucho temor de que algo malo le puede pasar. El Señor te dice: No tengas miedo, yo te llevo de mi mano, y nada malo te ocurrirá. El Señor está cortando una cadena de dolor y desamparo….Gracias, Señor”. En ese momento recordé que en mi infancia, a los cuatro años, mis hermanas salieron a pasear conmigo y me extraviaron. Entonces, para llegar a casa caminé muchos kilómetros, y atravesé una vía férrea después de esperar que pasara un largo tren. ¡Fue para mí una revelación del poder de la oración, y una gran sanación, que me liberó de una dura cadena emocional que me atormentaba en mi subconsciente y que no me dejaba vivir en paz!

Sin duda, el Señor tiene todo el poder en el cielo y en la tierra. Y lo hermoso de la Renovación carismática es que el terapeuta es el Señor. Cualquiera sea la técnica humana que utilicemos en un encuentro de oración, debemos saber y creer que junto a los servidores que oran, está el Señor, y que el Espíritu Santo puede sanar cualquier ámbito de nuestra vida, en cualquier tiempo, pues "Dios sana a los que tienen roto el corazón y les venda las heridas" (Sal 147,3).

¡Gracias, Señor!

Reeferencias:

Uniacc,(2011), Psicología, asignatura Teoría sistémico relacional



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