El Señor no nos prometió que en este mundo estaríamos exentos de problemas y dificultades.
Si nos prometió que Su Luz alumbraría nuestras vidas en medio de las tormentas y las oscuridades por las que atravesaremos en nuestro peregrinar por la tierra.
Para ello debemos orar. Estar siempre apegados al Señor que es Luz. La oscuridad del enemigo nos tienta siempre. Pero se estamos iluminados por el Señor, descubriremos las amenazas y seguiremos caminando en La Luz.
Ocurre a veces que muchos que seguimos al Señor nos perdemos en el camino porque caemos en un activismo sin contacto con la Luz.
Una linterna alumbrará en la medida que el dueño vaya cada día recargando las pilas.
Así nosotros, como las pilas de una linterna, carguemos nuestra Vida con La Luz del Señor. La oración de cada día es necesaria. La visita y contemplación ante el Santísimo es muy valiosa.
Carguemos nuestra vida de Luz con la oración, para caminar por la vida sin equivocar el camino.
No nos creamos nosotros la Luz. Es el Señor quien nos hace alumbrar, y debemos estar atentos a eso.
De lo contrario el demonio nos puede hacer caer. Pero si dejamos un tiempo cada día para estar con el Señor, la Luz de Cristo permanecerá en nosotros. Y nunca estaremos en soledad. Amén.
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