martes, 10 de enero de 2012

HERMANA MAITE BAZAN, UNA OBRERA DEL SEÑOR

Encuentro con Jesús, en Los Angeles
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HERMANA MAITE BAZAN, UNA OBRERA DEL SEÑOR

Ayer conversé con la hermana Maite Bazán, en un diálogo a través del celular.

La encontré con el ánimo de siempre, y con ese fervor evangelizador que irradian sus palabras, y que la enfermedad no puede acallar.

Hablar de la hermana Maite es retrotraer nuestras vivencias a ese fecundo retiro cerrado llamado “Encuentro con Jesús”, el que fuera inspirado por el Señor a la hermana Alicia Latorre, y cuya antorcha encendida dejó en manos de su equipo misionero.

¡Cuanta riqueza ha entregado ese retiro a lo largo de Chile!

Y por esa riqueza le damos gracias al Señor, y estoy seguro que éste agradecimiento resuena en muchos corazones que se han encontrado con Jesús a lo largo de nuestro país en este regalo maravilloso del Señor.

Nuestra hermana Maite se recupera de una larga y difícil enfermedad. ¿Qué podemos decirle? Lo primero que me inspira el Señor es esa poderosa promesa bíblica que nos asegura “Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”. (1ª de Juan 2, 17). Los que hemos tomado el arado para trabajar en los campos del Señor, sembrando la semilla de la Buena Nueva, haciendo la voluntad del Señor, tenemos una triple mirada al revisar nuestra vida: Tristeza por nuestro pasado lejos del Señor, gozo por nuestro presente como obreros del Señor, y Esperanza en el futuro, el que sabemos que está en la manos misericordiosa de nuestro Señor.

¡Nuestra vida será para siempre, en el centro del corazón amoroso de nuestro Señor!

NUESTROS DOLORES Y DIFICULTADES:

¡Qué difícil es aceptar el dolor, los impedimentos físicos, la postración en la enfermedad! ¡Más aun cuando sabemos que hay tanto por hacer en los caminos del Señor!

Me alegró el optimismo de la hermana Maite cuando dialogaba conmigo desde su lecho de enferma. ¡Claramente era su cuerpo el que estaba delicado y frágil, pero no su alma! Me vino a mi memoria esa palabra que muchas veces le escuché a mi hermana, y que dice:” Y sabemos que a los que aman al Señor, todas las cosas le ayudan a bien” (Rom.8, 28), y esa otra promesa tan esperanzadora de San Pablo que nos dice “por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Fil.4, 6-7). Sin duda es la promesa que el Señor le recuerda hoy en su enfermedad y que mi hermana hace vida, por su fe en Él y en Sus promesas, que son eternas.

LA ESPERANZA CRISTIANA EN EL DOLOR:

Sabemos que somos siervos inútiles, y que como obreros hemos trabajado incansablemente, pero que todo el fruto producido es gracias al Señor. Por eso, nuestro Dios nos dice en la enfermedad que no nos preocupemos., y que transformemos el dolor y la agotadora recuperación en oración, para que su Paz, que sobrepasa todo entendimiento guarde nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús, como dice el Señor.

En Los Angeles, con Juan, participante del Encuentro con Jesús", y Servidor de la RCC

LAS PROMESAS DEL SEÑOR:

En éste sigo apurado y sin tiempo, los artículos deben ser breves y profundos. ¡No hay tiempo para largos temas!

Sin dudarlo, en la auto regulada mezquindad de espacio, nos falta mucho que decir de nuestra hermana Maite.

Pero dos cosas quisiera resaltar:

1.- No olvidar en nuestras oraciones a nuestra hermana, para que el Señor toque su cuerpo, y restablezca su salud, y mantenga incólume su Fe, su Esperanza y su Amor.

2.- Regalarle a mi hermana querida esta promesa del Señor:

“Yahvé te pastoreará siempre,
y en las sequías saciará tu alma,
y dará vigor a tus huesos;
y serás como huerto de riego,
y como manantial de aguas,
cuyas aguas nunca faltan” (Isaías, 58,11)

Para nuestra querida hermana, en nombre de la Renovación Carismática que levantará sus brazos para orar por ella, va con amor esta promesa del Señor para sus obreros:

“No trabajarán en vano, ni darán a luz para maldición; porque son linaje de los benditos de Yahvé, y sus descendientes con ellos” (Isaías, 65, 23)

¡Amén, hermana, y sigamos orando mutuamente, en ese misterio hermoso de la Intercesión de los que aman al Señor!

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