miércoles, 9 de marzo de 2011

LA CUARESMA: LIMOSNA, ORACIÓN Y AYUNO

El Santo Padre Benedicto XVI
Benedicto XVI: limosna, oración y ayuno, “trazado de la pedagogía divina”
Misa del Miércoles de Ceniza en Santa Sabina

ROMA, miércoles 9 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- La limosna, la oración y el ayuno, las tres obras fundamnetales de piedad previstas por la ley mosaica y citadas por Jesús en el Evangelio de este Miércoles de Ceniza, representan el “trazado de la pedagogía divina”.

Así lo afirmó el Papa Benedicto XVI durante la misa con imposición de las Cenizas, celebrada hoy en la Basílica romana de Santa Sabina, con la que comienza el tiempo de Cuaresma.

En el pasaje evangélico del día (Mt 6,1-6, 16-18), Jesús recuerda que la limosna, la oración y el ayuno caracterizan al judío observante de la ley.

“Con el paso del tiempo, estas prescripciones habían sido manchadas por la herrumbre del formalismo exterior, o incluso se habían transformado en un signo de superioridad.”, explicó el Papa.

“Cuando se realiza algo bueno, casi instintivamente nace el deseo de ser estimados y admirados por la buena acción, de tener una satisfacción”.

Esto, indicó, “por una parte nos cierra en nosotros mismos, y por la otra nos saca de nosotros mismos, porque vivimos proyectados hacia lo que los demás piensan de nosotros y admiran en nosotros”.

Al volver a proponer estas prescripciones, Jesús “invita a redescubrir estas tres obras de piedad viviéndolas de modo más profundo, no por amor propio sino por amor de Dios, como medios en el camino de conversión a Él”.

“Limosna, oración y ayuno: es el trazado de la pedagogía divina que nos acompaña, no solo en Cuaresma, hacia el encuentro con el Señor Resucitado; un trazado que recorrer sin ostentación, en la certeza de que el Padre celeste sabe leer y ver también en el secreto de nuestro corazón”.

Conversión sincera

El tiempo litúrgico de la Cuaresma, prosiguió el Pontífice, exhorta al compromiso de “convertir nuestro corazón hacia los horizontes de la Gracia”.

“En general, en la opinión común, este tiempo corre el riesgo de ser connotado por la tristeza, por la oscuridad de la vida”, reconoció.

La Cuaresma, en cambio, “es un don precioso de Dios, es un tiempo fuerte y denso de significados en el camino de la Iglesia, es el itinerario hacia la Pascua del Señor”.

Este tiempo invita no a una “conversión superficial y transitoria”, sino a “un itinerario espiritual que tiene que ver profundamente con las actitudes de la conciencia y que supone un sincero propósito de arrepentimiento”.

Esta conversión auténtica, indicó, “es posible porque Dios es rico en misericordia y grande en el amor. La suya es una misericordia regeneradora, que crea en nosotros un corazón puro, renueva en el interior un espíritu firme, restituyéndonos la alegría de la salvación”.

La Cuaresma, por tanto, es “un camino de cuarenta días donde experimentar de modo eficaz el amor misericordioso de Dios”, “conscientes siempre de no poder llevar a cabo nuestra conversión nosotros solos, con nuestras fuerzas, porque es Dios quien nos convierte”.

“Todos pueden abrirse a la acción de Dios, a su amor”, recordó Benedicto XVI.

“Con nuestro testimonio evangélico, los cristianos debemos ser un mensaje viviente, al contrario, en muchos casos somos el único Evangelio que los hombres de hoy leen aún”.

La responsabilidad de los cristianos, afirmó, es la de “vivir bien la Cuaresma: ofrecer el testimonio de la fe vivida a un mundo en dificultad que necesita volver a Dios, que tiene necesidad de conversión”.

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